Tan placentero es a veces, para el humano salvaje y no contaminado el encender una vela a modo de fuego sagrado ya sea para comunicarse con el Universo o consigo mismo en su calidad de ser divino, o elevar ese pedazo de luz primigenia al infinito, para obtener algo deseado.
Cuando el ritual es el momento en el cual nos conectamos con nuestra alma y el "más allá", es un ejercicio poderoso y válido.
A veces solo se acude a un llamado misterioso, en el que esteremos en comunión con nosotros mismos...sin necesidad de pedir nada a cambio.
Para quien lo experimenta, resulta ser verdadera magia.